Afrodita nació de una mezcla de sangre y semen del titán
Urano y espuma de mar después de que Cronos lo castrase y arrojase sus
atributos, que fueron a caer en la costa. Su nombre, de hecho, significa
“Surgida” o “Salida de la Espuma”. Esto significa que es de una generación
anterior a la de Zeus; por tanto, es muy difícil clasificarla en el Olimpo.
Normalmente se la sitúa, no obstante, como parte de la primera generación, dada
su mayor antigüedad.
Afrodita era la diosa de la belleza, la lujuria, el deseo,
la sexualidad y la reproducción. Se habla de ella como la diosa del Amor, pero
hay que recordar que no lo es del amor “cristiano”, sino de la pura erótica,
del sexo.
Afrodita era representada como una atractiva mujer joven,
casi siempre desnuda o llevando ropas muy ligeras, entreviendo sus curvas. Por
su especial relación con el mar, en obras pictóricas se la suele representar
con él de fondo, acompañada de elementos como almejas, perlas o rosas. A menudo
la acompañan las Cárites, también llamadas Tres Gracias: Aglaya, la Belleza;
Eufrosine, la Alegría; y Thalía, la Floreciente. Era especialmente adorada en
Chipre, donde se dice que nació, en Atenas y en Corinto.
En algunos de sus templos se practicaba la prostitución
ritual: sus sacerdotisas mantenían relaciones sexuales con hombres y mujeres a
cambio de dinero para mantener al templo y a las sacerdotisas. Ellas, las
sacerdotisas, tras recibir el dinero efectuaban rezos y rituales especiales a
la diosa (normalmente porque el cliente deseaba engendrar un hijo o seducir a
alguien). Esta práctica era legal y estaba escrupulosamente regulada, contra
todo pronóstico. En consecuencia, Afrodita era la protectora, en todas partes,
de las hetairas, las prostitutas. La diosa del deseo nació ya adulta, desnuda e
infinitamente apetecible.
Su carácter es muy variado según los mitos; en unos aparece
voluble y caprichosa, en otros, juguetona y simpática. Zeus, temeroso de que el
irresistible atractivo de la diosa ocasionase disputas en el Olimpo, la casó
con el deforme y malhumorado dios herrero, Hefesto, el cual estaba tan feliz de
tenerla como esposa que le traía siempre de la forja riquísimas y exquisitas
joyas, incluyendo un cinturón que duplicaba el efecto que tenía sobre los
hombres. Sin embargo, Afrodita no mantuvo ni mucho menos sus votos nupciales,
ya que se aburría como esposa de Hefesto, por el que sentía más pena que otra
cosa, y cometió adulterio repetidamente y con varios hombres.
El más sonado de todos fue el tórrido romance que mantuvo
con el voluble dios de la Guerra, Ares, que contamos anteriormente. Con él tuvo
seis hijos: Anteros, el Amor Correspondido; Deimos, el Terror; Eros, el Amor
Romántico; Fobos, el Miedo; Harmonía, la Concordia, e Hímero, dios menor de la
lujuria y el deseo sexual. Con Dioniso tuvo a Himeneo, dios menor protector del
matrimonio y la virginidad, y Príapo, otro dios menor de la fertilidad al que
se representaba con un enorme falo erecto.
Con Hefesto no tuvo hijos, aunque la paternidad de Eros a
veces se le atribuye a él, como símbolo del amor romántico puro que Hefesto le
profesaba a la diosa del deseo, aunque ésta no le correspondiese igual. Los
escarceos de Afrodita con Hermes dieron como fruto a Hermafrodito, dios menor
con pechos y formas femeninas, pero facciones y sexo masculino; y a Tiqué,
diosa de la Fortuna y el Destino. Con Poseidón engendró al dios menor marino
Rodo.
Afrodita también mantuvo escarceos amorosos con mortales: de
su relación con el atractivo Adonis nació Beroe, diosa menor de los
manantiales; del pastor Anquises engendró a Eneas, que se convertiría con el
tiempo en héroe de la Guerra de Troya, de la que salió con vida, e hijo
favorito de la diosa, al que protegía con enorme celo; con Butes, uno de los
argonautas, engendró a Érix, rey de Sicilia; por último, Afrodita engendró a
Astínoo, un daimon o guardián nocturno de sus templos, con Faetón, hijo del
titán Helios y la titánide Clímene. Además, Afrodita fue la diosa que jugó un
papel más activo y claro en el origen de la Guerra de Troya, concediéndole al
príncipe troyano Paris a Helena de Esparta: la diosa hizo que ambos jóvenes
murieran de deseo por el otro en cuanto se vieron. Afrodita aparece en muchos
otros mitos griegos, bien como protagonista o bien como activa o anecdótica
participante.
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